La pandemia del COVID-19 ha cambiado el mundo tal y como lo conocíamos. El ritmo acelerado de los acontecimientos, el miedo y el uso partidista de las élites para su beneficio propio, están impidiendo una reflexión social sosegada del momento histórico que vivimos. Se dispara la desigualdad y los sistemas públicos en lugar de fortalecerse se debilitan cada vez más en beneficio de iniciativas privadas. Pareciera que a nadie le importa dejar la mayor crisis sanitaria de nuestro tiempo en manos de un puñado de multinacionales farmacéuticas.
En este contexto internacional complejo, Cuba aparece como el único país del Sur con la capacidad y los recursos para investigar y producir vacunas contra el coronavirus SARS-CoV- 2. Tras estallar la pandemia, el Instituto Finlay de Vacunas (IFV) y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) recibieron la tarea por parte del estado cubano, de priorizar la investigación y la producción de vacunas nacionales. El resultado es hoy más que palpable, hace pocas semanas, la prestigiosa y nada partidista revista Nature, destacaba el éxito de la vacuna cubana, “un combo de tres dosis de la vacuna contra el COVID de Cuba tiene un 92.4% de eficacia en los ensayos clínicos”
Que un país pequeño, bloqueado y subdesarrollado haya sido capaz de producir vacunas propias contra la Covid-19, es un logro de enorme repercusión tanto social como mediática, si se tratara de otro país que no fuera Cuba. SODePAZ, que lleva trabajando en la isla más de tres décadas, tuvo claro desde el inicio de la pandemia que el reto que afrontaba la biotecnología y medicina cubana, era grande pero factible y que nuestro esfuerzo debía encaminarse a apoyar en la medida de nuestras pequeñas posibilidades, ese gran reto que hoy es una realidad.
Rápido entablamos conversaciones con el Instituto Finlay (IFV), la conexión fue directa y sencilla, pues una de sus mayores necesidades y urgencias, casaba con nuestra experiencia en la isla, la eficiencia energética y el uso de fuentes renovables de energía. De la mano de nuestra contraparte histórica, Cubasolar, nos pusimos manos a la obra. El trabajo de identificación y formulación ha dado sus frutos, como no podría ser de otra forma, por la alta relevancia y pertinencia de la propuesta.
A principios de 2022 iniciaremos el proyecto “Fortalecimiento de capacidades del Instituto Finlay (IFV) con energía renovable para el desarrollo de vacunas contra la pandemia COVID-19”. De momento hemos alcanzado una financiación cercana a los seiscientos mil euros gracias al apoyo de la Agencia andaluza y Agencia española de cooperación (AACID y AECID).
El proyecto pretende apoyar la eficiencia y la estabilidad del fluido eléctrico con energía solar fotovoltaica en el IFV, mediante distintas acciones básicas para el correcto desarrollo de tan vital actividad por parte del personal investigador y científico del Instituto. En particular hay que asegurar el suministro energético en la Planta de Formulación, Llenado y Envase, edificio con una alta demanda energética y vital para la producción de vacunas.
El proyecto sirve para combatir los dos grandes escollos actuales, la pandemia y la emergencia climática. Mejorando y asegurando la estabilidad energética del Centro con energía renovable, logramos por un lado, apoyar el proceso de producción de vacunas de manera sostenible, y conseguimos que el IFV sea también un lugar de referencia en la lucha contra el cambio climático.
El reto de SODePAZ en la actualidad supone lograr mayor financiamiento para este proyecto. En un diagnóstico que en estos momentos estamos elaborando, consideramos que en una primera fase el IFV necesitaría una inversión cercana a los tres millones de euros.
El reto es grande pero la tarea lo merece. Hoy el Instituto Finlay es la gran esperanza no solo del país sino de todo el mundo subdesarrollado para frenar la pandemia. Es una propuesta pública sin intereses especulativos y es el único intento científico con autoridad y reconocimiento en toda la región.
En la actualidad mientras se dispara el número de casos y las distintas variantes o mutaciones del virus se expanden, comenzamos a entender que de esta crisis sólo se puede salir de manera global, que la población de los países pobres debe tener acceso a la vacunación, que no podemos dejar nuestra salud en manos de las multinacionales farmacéuticas. Cuba ha comenzado a enviar vacunas a países de su región y en breve, podría hacerlo a otros como África. No creemos que exista acción más trascendental en estos momentos que mostrar nuestro modesto apoyo a este proceso.
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