El pueblo africano continua ahogándose como consecuencia directa de la estructura neocolonial impuesta por los países dominantes del norte. Asimismo y al igual que lo ocurrido en el resto de continentes, una variable perniciosa más se ha sumado a la enmarañada ecuación africana, el COVID-19.
Mas allá de las consecuencias que haya podido dejar el virus en la salud de la población, con un sistema sanitario tan frágil, sobrecargado por el eterno lastre de enfermedades endémicas y escasez de recursos médicos, ha conseguido asfixiar a diversos sectores económicos como el turístico que servía de auxilio a miles de lugareños.
La lucha por la supervivencia, como acción irrefutable de la condición humana, ha lanzado a miles de personas a comprometer tanto sus ahorros como su propia vida surcando los 100 kilómetros que distan desde la costa noroeste africana a las islas Canarias. De acuerdo con las cifras oficiales del Gobierno de España, únicamente en el año 2020, más de 22.000 personas han culminado esta travesía. Cabe destacar que este dato no contempla a todas las que se han quedado por el camino. Las cifras suponen un aumento del 881% en relación a los números del pasado año, lo que constata una grave crisis migratoria que precisa de una inminente respuesta. Por el momento, el Ministerio del Interior ha derivado a la Península exclusivamente a los solicitantes de asilo y a unaínfima parte de las personas que consideraba más vulnerables, ascendiendo así al 9% del total de las llegadas en el 2020. La situación sobrepasa infinitamente cualquier límite racional, ya que miles de migrantes se encuentran recluidos en los
muelles de los diversos puertos del archipiélago, mientras que otros están hacinados en macrocampamentos sin condiciones adecuadas de salubridad o sencillamente, son deportados a sus países de origen.
De igual modo, los sectores reaccionarios del Estado español, apoyados por sus incondicionales medios de comunicación, han comenzado una campaña de criminalización repleta de cinismo e infundios contra la migración. Esta metodología incendiaria, ha servido de munición xenófoba para la creación de patrullas vecinales con el objetivo de “protegerse” de las personas migrantes, tensando más si cabe, la situación dramática que vive la histórica tierra de los guanches. Bulos, desesperación, fascismo, cooperación, supervivencia y egoísmo se entrelazan en una de las principales entradas a Europa.
En conclusión, los países del norte y sus instituciones, responsables históricos de la situación sociopolítica que padece el continente que vio nacer a la civilización, miran hacia otro lado sin que se vislumbre nada parecido a una solución o simplemente, custodian sus ficticias fronteras con muros y represión. De la misma manera, la clase política siembra un sentimiento de hostilidad y discriminación en aras de proteger su estatus y sus privilegios. Contrasta con todo lo anterior, como en el último escalón de este entramado encontramos a los sin voz, seres humanos clamando por una oportunidad en la vida llamando a las puertas del cielo como si de un purgatorio se tratara..
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